Reconozco que al momento de entrevistar a Valentina Lizcano no sabía quién era, a pesar de que existen razones suficientes para conocerla, no en vano tiene más de un millón y medio de seguidores en sus redes. Pero el problema soy yo por razones que no importan, al fin y al cabo, esto es sobre Valentina, no sobre mí. En todo caso, mi sentido de responsabilidad como periodista me condujo a googlearla y a estalkear su cuenta de Instagram. A realizar un cuestionario en base a la información que fui recopilando:
Sólo que el cuestionario se fue al traste apenas comenzamos a hablar. Sí, porque mi interacción con Valentina no puedo catalogarla como la típica entrevista en la que vas chuleando cada item a medida que obtienes una respuesta. Más bien fue el encuentro que (raras veces) ocurre con alguien que, a medida que le escuchas, resuena con tus más profundas convicciones; un diálogo espontáneo que al final suscita sentimientos de admiración, no por el personaje, sino por ese valiente ser humano, que en el caso de Valentina se ha comprometido con la búsqueda constante de su verdad.
Aquí, en sus propias palabras:
UNA INFANCIA DIFICIL Y EL ARTE COMO CATARSIS
“No tuve una infancia fácil, pero digamos que actuar, crear personajes, cantar, la poesía, pintar…, el arte para mí siempre fue un escape, una manera de evadir la realidad. La actuación siempre ha sido para mí una herramienta maravillosa y poderosísima de sanación. Desde los cinco años mostré lo que iba a ser. Como a los 15 años decidí que quería ser actriz y empecé a leer libros de Stanislavski, de Grotowsky. A los 16 años, de osada, hacía montajes en la Normal de Señoritas de Málaga, Santander. Tan descarada yo, sin ser estudiante de actuación hice como tres montajes para el colegio, y trabajaba con las niñas de primaria. Siempre tuve muy claro lo que me gustaba. Me escapaba de mi colegio para ir a otros colegios a hacer teatro. Yo creía que para ser actriz no necesitaba de las matemáticas, ni de la química… pero es que siempre tuve claro que lo mío era la actuación, un trabajo del alma. Ahora hago otras cosas aparte de la actuación. Y aunque la gente piensa que la actuación ha quedado de lado en mi vida, no es así. Lo que pasa es que me tomo muy en serio mis personajes y la manera como los escojo, porque también soy consciente de lo que dejan dentro de mí. Al principio de mi carrera hacía cualquier personaje, porque necesitaba comer, pagar el arriendo… Pero ahora, con todo este proceso de transformación personal, para mí es muy importante el mensaje que estoy transmitiendo”.
“Puedo mencionar experiencias fuertes en mi vida, como ser abusada sexualmente a los cinco años, luego a los 11 por parte de una ex pareja de mi mamá. En mi libro ‘Sana locura’, hablo de un linaje que tengo que sanar: mi mamá también fue abusada sexualmente en su infancia y en su adolescencia”.
“La idea del suicidio la contemplé varias veces, primero…(continúa).