Por Leticia Lettieri
The New York Times acaba de anunciar el regreso de los zapatos de tacón alto. “Fuera las Crocs y las Birkenstocks”, titula el periódico neoyorkino, aludiendo al comodísimo calzado que se adueñó de nuestros pies gracias a las medidas de confinamiento que la pandemia impuso en casi todo el mundo. La autora de la nota se permite una vision optmista: “La moda está sanando: un paseo por Nueva York muestra el regreso de los zapatos de tacón”, y cita la alegría de ansiosas damas que celebran esta vuelta a las riesgosas alturas de un sofisticado par de stilettos.
Al parecer, y a juzgar por la prensa fashion, se trata de una tendencia que incluye a las grandes capitales de la moda.
Por mi parte, considero que usar zapatos de tacón es casi un deporte extremo. Y es por este motivo que, entre las innumerables cosas que me propuse hacer durante las restricciones de la pandemia, una fue practicar caminar con tacones.
¿Dónde? Dentro de mi casa.
Antes de seguir adelante, debo aclarar que la máxima altura a la que había trepado en un par de zapatos era 7 cm. Y nada de Louis Vuitton, Prada, Louboutin ni cosa que se le parezca, no, eran sólidas y honestas plataformas que me permitieron transitar con discreción y decoro innumerables cumpleaños, bodas y graduaciones, incluyendo la mía.
Volviendo a este irregular presente, y dispuesta a emular a las intrépidas damas neoyorquinas o de cualquier otro lugar, me compré mis primeros stilettos por internet. Durante seis penosos días recorrí una y otra vez los dos ambientes de mi reducida vivienda, tratando de concretar cinco pasos sin sentir vértigo. A veces, con un atuendo acorde al bendito calzado, y otras, simplemente en leggins.
En ese intento, experimenté diferentes sensaciones que voy a contarles a partir de un relato más ambicioso: la fascinante historia, y no por eso menos polémica, de los zapatos de tacón. Para ello, elegí seis personajes de la literatura y el cine que representan distintas emociones y en cuyas historias los zapatos tienen un rol.
En la historia infantil El maravilloso mago de Oz escrita por el estadounidense Lyman Frank Baum en 1900, y llevada al cine en 1939, la niña Dorothy se ve arrastrada por un tornado que la lleva hasta una tierra de fantasía donde habitan brujas buenas y malas, un espantapájaros que habla, un león cobarde, un hombre de hojalata, y otros seres extraordinarios.
La niña vivirá innumerables aventuras, y tendrá que superar muchos obstáculos para regresar a casa. Pero como le ha arrebatado a la Malvada Bruja del Oeste los mágicos zapatos rojos, la niña taconea tres veces y repite: “No hay lugar como el hogar”. Así, aunque el camino es largo y tiene infinitas bifurcaciones. los famosos zapatos rojos le permiten a Dorothy volver a casa.
Mientras trastabillaba con mis flamantes tacones, pensé en los obstáculos de Dorothy, y en los míos. Junté tres veces los tacones y confirmé que no hay lugar como el hogar, pese a la inestabilidad reinante.
La serie Big Little Lies, comienza con un zapato roto. A Madeline (Reese Witherspoon) se le quiebra el taco, pero eso no solo no le impide seguir con su rutina, sino que, gracias a ese accidente, conoce a Jane (Shailene Woodley), con la que termina siendo amiga y cómplice. (Si no vieron esta serie, no dejen de hacerlo).
La vida cotidiana de las cinco protagonistas de esta historia ganó mi absoluta admiración en estos días. Ellas conducen sus modernos automóviles, van a desayunar en cofradía, llevan sus hijos a la escuela, van a sus trabajos, tareas todas que realizan millones de mujeres de clase media en todo el planeta. Pero el vestuario habitual de estas mujeres incluye unos tacones increíbles, del todo incompatibles con la irregular costa californiana.
Al lado de esas proezas, mi tránsito por la sala de mi casa es una nimiedad, aunque me cueste horrores.
Esto me pareció increíble y no lo sabía. Los zapatos de taco, desde sus orígenes hasta la actualidad, fueron cambiando de significado. Símbolo de nobleza (al principio lo usaban los hombres), zapatos de burdel, símbolo de emancipación, zapatos de diseño, elegancia o vulgaridad.
No siempre fueron un calzado estético o incómodo (como lo experimento yo, que llevo unos pocos días en esto). Dicen que los stylettos fueron diseñados por Giacomo Pirandelli en 1760, pensados como una herramienta práctica para maniobrar las espuelas al montar.
También se dice que fueron inventados en la década de 1950 por Andre Perugia. En cualquier caso, su origen estaba asociado a la facilidad para calzar las espuelas.
Pero, además de calzado, los stilettos fueron el arma de defensa de muchas mujeres. De hecho, stiletto significa en italiano, “cuchillo pequeño”.
En la década del 20, en Estados Unidos, apareció una tendencia reconocida como las flappers, cuya inspiración creó al personaje animado Betty Boop. Las chicas flapps se caracterizaban por usar altos tacones y muchos accesorios, y marcaban un momento de transición entre el estereotipo de mujer dedicada a las tareas de la casa, al de otra que comenzaba a emanciparse y a trabajar fuera del hogar.
Elizabeth Semmelhack directora y curadora del Bata Shoe Museum de Toronto, cuenta que el tacón alto tiene un significado que se vincula al poder social: «El calzado no es una cosa frívola y divertida, sino algo que se sitúa en el centro del debate político actual. Conforme las mujeres van adquiriendo más relevancia, quizá los stilettos se conviertan en símbolos auténticos de poder y no de disponibilidad sexual. Y si llega el día en que la auténtica igualdad de género se divise en el horizonte, entonces los hombres también se sentirán felices de llevarlos».
Como anticipo de este horizonte, tenemos el caso del empresario Mark Bryan, un alemán heterosexual de 61 años, que se viste de mujer bajo la consigna de que “la ropa no tiene género”. Mark: quiero tener tus gemelos.
El caso de Mark me recuerda la conmovedora historia de Lili Elbe, representada por Eddie Redmayne en el film La chica danesa. Lili fue la primera persona que se sometió, en 1930, a un proceso de cambio de sexo.
El diseñador del vestuario de la película, Paco Delgado, nos cuenta que “la ropa es la que asigna según el género, es lo primero que se ve, está hecha para definirnos. Las medias son algo femenino. El lugar común dice que los hombres no deben tener contacto con algo tan delicado; ellos usan ropa de telas más ordinarias porque podría estropearse. Creo que algo hace «clic» en la cabeza de Lili (Eddie Redmayne) cuando Gerda (Alicia Vikander) trae el vestido, las medias y los zapatos.»
No tardé en encontrar innumerables publicaciones de “tacones altos para hombres” o directamente “para travestis”, que indicaban principalmente los centímetros de altura que tenía cada par de zapatos, además de ofrecer tallas hasta el número 45, en nuestra escala.
Hoy completé el nivel uno de este “deporte extremo”. No estoy para conducir con tacones aun, pero ya puedo caminar hasta el toilette sin correr peligro. Tacho este ítem de la lista de pendientes de la vida. No seré una chica Loboutin, pero estoy encaminada.
Dato histórico: Durante la Revolución Francesa, uno de los acontecimientos más importantes de la historia de la humanidad, SE PROHIBIERON los tacones por ser considerados símbolo de excesivo lujo y opulencia. Hay que ocuparse de este chiquitaje en plena revolución, ¿eh?
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