Mónica de Jaramillo es empresaria, esposa, madre, pero, sobre todo, es una mujer con vocación para contar historias. En próximos días, lanzará en Barranquilla su libro de cuentos, ‘Sadi Blue’, que ya ha empezado a cosechar buenos comentarios entre las personas que han tenido la oportunidad de leerlo. Actual la contactó para saber más sobre este proyecto literario.
¿En qué momento dijo usted: “Voy a escribir un libro”?
Bueno, la verdad es que, desde que era niña, un lápiz y un papel siempre han sido mi mejor compañía. Me gustaba escribir todo el tiempo, pero lo hacía por placer, no porque pensara que algún día iba a escribir un libro. Más tarde, cuando fui mamá, me gustaba inventarles cuentos a mis hijos, en vez de atenerme a los que todos conocían desde siempre. Y si bien es cierto que en más de una ocasión pensé en lo gratificante que sería escribir un libro, veía lejana la publicación por las ocupaciones que he tenido. Hasta hace cuatro años cuando me puse seria con el proyecto y empecé a organizar los relatos que tenía. El impulso final lo recibí en 2017, cuando hice parte de la antología conformada por los integrantes de un taller de escritura, que fue premiada por el Portafolio de Estímulos de la Secretaría de Cultura, Patrimonio y Turismo de Barranquilla.
¿Por qué ‘Sadi Blue’?
Sadi Blue es el nombre de una mujer que trabaja conmigo. Su nombre, además de sonoro, siempre me ha parecido muy coqueto. Y hay una historia interesante detrás de su concepción. Resulta que la mamá de ella había leído un poema cuyo autor, poeta persa, se llamaba Sadi algo. Ella creyó que se trataba de una mujer, pero después se dio cuenta de que no. En todo caso, el nombre estaba puesto y era bonito. Pero más allá de esta anécdota, quise resaltar en ese título la sencillez de la mujer, la magia de la feminidad.
¿Cómo fue el proceso de concepción del volumen? ¿Cuánto tiempo tardó en su elaboración? ¿Cuál fue la parte más complicada de todo el periplo creativo?
Yo empecé a escribir historias sueltas, inspiradas en hechos que me parecían curiosos, y cuando tenía varios me di cuenta de que, sin habérmelo propuesto, había una presencia que recorría cada uno de ellos y que les daba unidad. Esa presencia era la feminidad que se esparcía, como un perfume, en la cotidianidad de las protagonistas. Entonces empecé a pulir lo que en un primer momento surgió como reflexión o anécdota, eliminé lo innecesario, le di forma a aquello que había aflorado, y reescribí una y otra vez hasta tener un producto aceptable. Lo más difícil del proceso siempre ha sido la falta de tiempo. El trabajo que tengo supone grandes responsabilidades, no inferiores a las que asumo en mis labores de esposa y madre. Por consiguiente, he tenido que robar un poco de tiempo de aquí y otro de allá, para sacar el libro adelante. Al final considero que he sido pródigamente recompensada, que el universo me ha bendecido al permitirme una conexión con la parte bella del ser humano a través de la literatura.
¿De dónde salen los argumentos para la elaboración de sus historias?
De cualquier parte, pues soy una observadora muy atenta de todo lo que ocurre a mi alrededor. Para mí difícilmente puede haber algo que carezca de importancia. Acontecimientos que para muchas de las personas que me rodean son irrelevantes, están dotados de un elemento especial que puede convertirse en historia con una vuelta de tuerca. Entonces mis historias no nacen de lo extraordinario, sino de la simpleza de la cotidianidad.
Usted es una empresaria de tiempo completo en un campo que nada tiene que ver con la literatura.
¿Cómo hace para atender a sus obligaciones laborales, que no son pocas, y encontrar el clima interno que se necesita para escribir ficción?
Yo tengo la facilidad de abstraerme cuando quiero, y no solo para escribir. Como te contaba hace un momento, tengo un trabajo donde manejo demasiada información y estrés. Si no hubiera aprendido a buscar un remanso de tranquilidad en mi interior, difícilmente tendría la serenidad para tomar decisiones correctas en momentos de presión. Lo mismo ocurre cuando escribo: he desarrollado la capacidad de concentrarme en medio del ruido. Y eso me lo ha dado la meditación, que practico desde hace 20 años y se ha convertido ya para mí en un estilo de vida. Ser imperturbable, meterme en la historia, aunque estén serruchando un árbol a mi lado, por decirlo de algún modo.
Siete de los diez cuentos que conforman su libro llevan el nombre de mujeres y son narrados por mujeres, a excepción de “Sofía”, único texto abordado desde la perspectiva de un hombre. Pronto nota uno, conforme van pasando los cuentos, que se va configurando un paisaje emocional en el que se imponen las preocupaciones propias del universo femenino, algunas casi con carácter de denuncia como en el caso de “María Gracia”. ¿Buscan sus cuentos algún tipo de justicia histórica del olvido en que se tuvo a las mujeres de la literatura durante siglos?
El hecho de que la mayor parte de narradoras sean mujeres obedece a que yo siempre quise que en mi libro prevaleciera la mirada femenina; al fin y al cabo, eso es lo que soy. De alguna manera, es un honor que he deseado rendirles a mujeres importantes en mi vida, como mi madre o mi hija. Pero no soy ninguna abanderada del feminismo, de la literatura femenina o como se le quiera llamar. No me gustan las etiquetas. Es verdad que, históricamente, la literatura siempre ha estado en mano de los hombres, que ha habido machismo e invisibilización de las mujeres, pero me mantengo al margen de las posiciones que enfrentan a unos con otras. Creo, simplemente, que son miradas diferentes. En los tiempos que corren actualmente, a las mujeres se nos ha empezado a ver de un modo distinto y entonces hemos tenido la oportunidad, no solamente de abandonar el puesto de madres que tradicionalmente se nos había asignado, sino también de hacernos escuchar. En mi caso particular, propongo una desmitificación del mundo ideal que nos pintaron en otra época: en mi libro no hay princesas encerradas en castillos ni príncipes que vengan a rescatarlas. Hay perfección e imperfección, y el mensaje tácito de que hay que aceptarnos como somos.
Siempre se ha dicho que la narración en tercera persona se aviene más a los intereses de quienes desean velar su personalidad ante los lectores. Usted, que combina muy bien ambos tipos de narradores, logra exhibir una galería de rostros en la que resulta difícil encontrar el suyo. ¿Cuál de todos los personajes es el que más la retrata a usted?
Todos los personajes tienen un algo de uno y, por supuesto, de las personas que han inspirado las historias, de manera que en cada una de las mujeres que aparecen en mi libro, hay una parte de mí. Sin embargo, el personaje con el que más me identifico es la mamá de “87 segundos”.
¿Da por cumplido el objetivo trazado o tiene otros proyectos literarios en mente?
Tengo otros proyectos literarios, claro que sí. Esto apenas es el comienzo de lo que quiero hacer el resto de mi vida.