Siendo adolescente, sentí por primera vez la presencia del apego afectivo en mi vida. Aún recuerdo los hermosos ojos verdes de quien fue mi primer amor. Llegan a mí de manera vívida sensaciones llenas de magia, inocencia, asombro y belleza. Durante esta etapa, todo giraba alrededor de ella y sin darme cuenta, poco a poco fui dejando de lado asuntos importantes para poder estar junto a ella. Cuando esto comenzó, el amor que sentía se desbordó y se convirtió en una obsesión; lo que inicialmente fue un sueño, se convirtió en un sufrimiento interminable, debido a los celos, la inseguridad y el miedo a perderla. A pesar de que aparentemente lo tenía todo, sentía un enorme vacío y una dependencia muy grande hacia ella.
En medio de mi inexperiencia respecto al tema, llegué a pensar que para amar debía sufrir, como lo escuchaba en los boleros y tangos de Gardel de la época. Observé, también, cómo lo que yo sentía les ocurría también a mis amigos y familiares. La presencia del apego afectivo en las personas era silenciosa, constante y dañina.
En el año 1973, cuando comencé mi labor rescatando niños y niñas de las calles y alcantarillas de Bogotá, pude dimensionar la influencia poderosa del apego afectivo en las personas. Algo que me pareció increíble fue ver cómo niñas adolescentes y mujeres que vivían en la calle, porque habían sido maltratadas o abandonadas por sus padres, rechazaban la oportunidad que yo les estaba brindando de tener un hogar, amor y educación, debido al apego afectivo. Ellas preferían continuar viviendo en una alcantarilla pestilente, llena de excrementos humanos y ratas, o en la calle debajo de un puente, con tal de seguir al hombre que supuestamente amaban y del que no podían escapar debido a su inconsciencia. Era mayor el temor a perder a su supuesto amor, que el miedo que las embargaba permanentemente de morir asesinadas por los escuadrones de la muerte, maltratadas por su propia pareja, ahogadas en medio de las aguas negras que pasaban al lado de su cambuche o simplemente de hambre, frío o de la violencia implacable que se vive en las calles. La mayoría de estas mujeres vivían allí con sus pequeños hijos, a quienes en medio de su desesperación decidían darles de la misma droga para que no sintieran hambre y frío. Todo esto se convertía en un círculo vicioso en donde el entendimiento y la razón se perdían.
Por otro lado, veía la manipulación y extorsión emocional de quienes eran sus parejas: ellos, también llenos de miedo de perder a sus compañeras. A pesar de que ellos no estaban todo el tiempo con ellas, exigían fidelidad absoluta, y si al regresar después de unos cuantos meses las encontraban con alguien, se descontrolaban de tal manera que podían tomar represalias que iban desde simples amenazas verbales, hasta golpes y puñaladas que podían terminar con la muerte de ellas o de sus nuevos compañeros. Muchos de estos muchachos se aferraban a la droga, viendo en ella una tabla de salvación cuando en realidad era la lápida que los encarcelaba en el mundo de la angustia, la desesperación y el miedo.
Desde ese entonces, el tema del apego afectivo me ha apasionado. He sido un defensor innato del verdadero amor (no del apego), la individualidad, la libertad y la autonomía, que surgen como consecuencia del amor. Si las personas convivieran según estas bases, todo sería más armónico y no existiría tanto sufrimiento.
Con el transcurrir del tiempo, he ido conociendo y viviendo de cerca innumerables casos de apego afectivo. Creo que es uno de los peores vicios y el que origina un gran número de consecuencias nefastas. Cuando la persona no puede poseer a quien desea, la adicción afectiva hace su aparición. Entonces, ese deseo insaciable y el vacío que esto le genera lo trata de reemplazar y llenar por otro tipo de adicciones que son producidas inconscientemente en su propia mente. Adicciones a la droga, el alcohol, el trabajo, el sexo, el juego, la comida, entre otras; adicciones que finalmente se vuelven sus aliadas, llevando a la persona a estados depresivos o disfuncionales que, en casos extremos, conducen al adicto por el camino del sufrimiento, la frustración, la depresión, el homicidio o el suicidio en casos extremos.
El apego afectivo se manifiesta con mayor intensidad en las relaciones de pareja, por eso hoy te pregunto: ¿Será que tu si amas verdaderamente a tu pareja o estás es apegada a ella? Revisa muy bien, porque esa persona a quien supuestamente amas puede ser la causa de tu sufrimiento y tu tristeza.
¿Qué deseas hacer?