Una semana antes de inaugurar el Festival Internacional de Cine de Cartagena (FICCI), la directora Daniela Abad cuenta detalles sobre The Smiling Lombana y sobre su abuelo Tito, protagonista del largometraje.
[Jorge Caraballo]*: ¿Cómo surgió la idea de hacer este documental?
[Daniela Abad]: Hace casi cinco años. Yo vivía en Barcelona y no sabía nada de mi abuelo materno, Tito Lombana, y tenía que hacer un corto de ficción para la universidad. En ese momento me acordé de la primera vez que fuimos a visitarlo y me pareció que ahí podía haber una buena escena para un corto. Llamé a mi mamá y a mi abuela por Skype a preguntarles su historia y, a partir de lo que me contaron, entendí que esa no era una historia de ficción sino que tenía un potencial inmenso para documental. Así empezó la obsesión.
[Jorge]: ¿Y cuándo lo empezaste a hacer?
[Daniela]: En 2015. Ese año vine a Colombia, empecé a hacer Carta a una sombra, y aprendí más o menos cómo funcionaba el mundo documental. En esa misma época salieron unas becas del FDC, y nos ganamos la de escritura para hacer el guión.
[Jorge]: ¿Puedes resumir el proceso de realización de la película?
[Daniela]: Me gané la beca de escritura en 2015 y dediqué todo el primer año a investigar y escribir el proyecto. Esa beca me daba una plata para poder viajar, entonces fui a Italia, entrevisté a un hermano de mi abuela que es escultor, y miré el archivo fílmico, que es muy importante para la película. También aproveché para investigar acá en Colombia, conversé mucho con mi mamá, con mi abuela, con mi tía y encontré a los hermanos de Tito en Cartagena. Después nos presentamos a otra beca del FDC, esta vez de producción. Nos la ganamos y entonces grabamos durante dos años. Lo último que grabamos fue a finales de 2017. Cuando parábamos de grabar nos sentábamos a editar con Andrés Porras entre una grabación y otra para identificar qué nos hacía falta. El final de todo el proceso fue sentarnos durante dos meses aproximadamente a terminar la película.
[Jorge]: Hablemos sobre Tito y su obra. A finales de los cincuenta y comienzos de los sesenta, era considerado por muchos una de las promesas del arte colombiano. En internet se encuentra una reseña elogiosa de Héctor Rojas Herazo a su trabajo. ¿Sientes que él abandonó por completo el arte o que hay matices que ayuden a comprender mejor ese distanciamiento?
[Daniela]: Le he mostrado su obra a escultores y artistas y en general dicen que sí tenía mucho talento. Pero a él no le pareció tan importante dedicarse a eso. Y creo que eso le pasa también a muchas personas que se desengañan del arte porque es muy jodido, muy difícil, porque uno nunca sabe si está haciendo algo bueno o malo, porque todo el tiempo está dando mucho de sí y acaba agotado. Tito abandonó su figura pública de artista, pero no dejó el arte en su vida íntima, que es lo más importante: él siguió haciendo objetos, transformando espacios.
*Jorge Caraballo es periodista y coordinador de la estrategia de prensa digital de The Smiling Lombana.
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