La historia de Sebastián Viera, el arquero del Junior, de Barranquilla, está plagada de retos y desafíos a los cuales tuvo que enfrentarse siendo apenas un niño. Uno de los más trascendentales fue dejar atrás su hogar en el interior de Uruguay, y renunciar a la vida segura y sencilla a la que estaba acostumbrado, todo para labrarse un futuro en el competido mundo del fútbol.
Hoy, todas esas experiencias las ha capitalizado como sabiduría de vida para convertirse en un hombre de familia feliz, y criar a sus hijos con el propósito de hacer de ellos personas de bien.
En esta entrevista Sebastián revela su faceta más privada, y cuenta lo que para él significa ser papá.
Nadie diría que Sebastián Viera es un hombre tímido, cualquiera pensaría que por ser un personaje que suscita el interés público se le facilita dar entrevistas. Pero no, si bien es un tipo amable, de sonrisa espontánea y bondad en la mirada, es claro que le resulta incómodo abrirse. Al principio sus ojos se enfocan en un punto fuera de mi alcance que impide la conexión que me permitiría abordarlo sin rodeos, es como si no quisiera estar bajo un “reflector” diseñado para descifrar lo indescifrable. Al fin y al cabo, encarno la pregunta inesperada para la que no existen respuestas premeditadas, el tema aquí no es el fútbol.
Me voy entonces “por la orilla”, lo incito a hablar de generalidades, a contar una historia que probablemente ha contado infinidad de veces: llegó a Colombia en el 2011, quería hacerse una carrera en Latinoamérica, y aceptó la propuesta del Junior sin tener mucha idea de a dónde llegaba. Pronto se enamoró de Barranquilla, la Costa, su equipo, y de Sara (Correa), su esposa, con quien ha construido una familia encantadora, fotogénica, pero, sobre todo, sólida, conformada por Stephano, de 4 años; Santino, de 2; más otro niño que viene en camino. También está Máximo, su hijo mayor (11 años), quien vive en Chile.
Casi sin darnos cuenta vamos entablando una conversación más fluida en la que relata que a los doce años se fue de su casa, localizada en el interior del país, para establecerse en la capital, Montevideo. “Vivía en una pensión con los demás jugadores del interior. Y veía a mis papás los fines de semana. A los 20, me fui a… (continúa).