Por Jocelyn González
Las manos, los ojos, el cabello, las facciones, son algunos rasgos que solemos ver en los niños pequeños en busca de encontrar un parecido —o muchos — con sus padres y parientes más cercanos. A medida que los años avanzan, continuamos viendo los cambios físicos de el o la pequeña, para notar como se va pareciendo más y más a sus familiares, pero rara vez nos detenemos a observar los rasgos en su personalidad y las emociones que va manifestando, que podamos identificar también en algunos de sus antepasados.
Pues resulta que, de acuerdo a un estudio de psicogenealogía —liderado por el multifacético chileno Alejandro Jodorowsky —, en el caso de las mujeres, estas heredan la genética y el temperamento de sus abuelas maternas. Jodorowsky (quien ha ocupado gran parte de su vida a estudiar los recovecos de la mente humana y a trabajar técnicas de sanación espiritual —bajo la misma línea y previo a él, Anne Schützenberger y Jacob Levy Moreno—) propone que esta carga genética es un factor decisivo en las emociones que la mujer ha de vivir durante su existencia.
Vale la pena revisar estas emociones propias, cuando son ellas una verdadera fuente de conocimiento acerca de la vida de nuestros antepasados y sus historias, para poder finalmente entendernos nosotros mismos. Porque, así como el psicoanalista Carl Jung (predecesor en estudios a los antes nombrados) menciona en el prólogo en su libro Donde mejor canta un pájaro, ‘Nuestro árbol genealógico, por una parte, es la trampa que limita nuestros pensamientos, emociones, deseos y vida material… y por otra, es el tesoro que encierra la mayor parte de nuestros valores”.
Según un estudio de Alejandro Jodorowsky, respaldado por el Instituto Nacional de Ciencias de la Salud Ambiental de los Estados Unidos, los genes que reciben las mujeres en el vientre de su madre provienen directamente de las abuelas y heredarían de ellas la parte emocional, que determinaría comportamientos y temperamentos. ¿Es esto siempre así? ¿Hay situaciones pasadas que harían más prevalente esta herencia?
Siento que podría ser apresurado dar respuestas absolutorias a estas situaciones que tienen que ver con las dinámicas esenciales de la vida, aunque mucho de lo que nosotras las mujeres traemos en cuanto a comportamientos tiene que ver con nuestro linaje materno, donde están incluidas nuestra madre y nuestras abuelas. No quiere decir que todos nuestros comportamientos dependan únicamente de lo heredado de nuestras abuelas; en el caso de lo que menciona Jodorowsky le da mucha importancia a la abuela materna y sí, hay muchísima importancia en la abuela materna, ya que se sugiere que el óvulo del que nosotros venimos, viene del ovario de la abuela materna. De alguna manera, estuvimos primero ahí antes de estar dentro de nuestra madre.
Sin embargo, muchos de los comportamientos que nosotros heredamos o de las conductas que heredamos y que reflejamos en nuestros comportamientos, tiene que ver con cómo nuestra madre pudo resolver, actuar y dirigirse en la vida con la carga genética que ella también recibió de su madre y de su abuela. Entonces, si te das cuenta, es como si fuera un componente que se va completando en cada generación, que hace imposible determinar una situación absoluta. Pero lo que conviene es poderle abrir la mirada a estas abuelas y poder también abrir y ampliar la mirada a nuestra madre y su historia.
A la pregunta de si hay situaciones pasadas que podrían hacer más prevalente esta herencia, la respuesta es sí. Resulta ser que se tienden a heredar aun con mayor fuerza las situaciones que se han mantenido en estado de secreto, entonces todo aquello que se esconde en una generación viene a ser revelado en la siguiente generación, ya sea con síntomas a nivel de nuestro cuerpo físico o de nuestras condiciones. Esto lo que nos muestra también es que no hay nada oculto entre cielo y tierra, que tarde o temprano, la vida lo que nos está pidiendo es que sigamos completando y que le demos un lugar a todo.
En muchas familias sucede que no se conoce mucho de los antepasados, ya sea porque se decidió ocultar algo o porque tal vez se fue separado de los padres al nacer, por poner unos ejemplos. Si estamos en un proceso de autodescubrimiento, ¿qué podemos hacer si no conocemos las vivencias que tuvo nuestra abuela materna, que marcaron su vida y generaron sus emociones?
En un 95% nosotros venimos marcados con las situaciones, las tendencias y las historias de nuestro origen. A este 95% hay agregarle lo que sucedió desde nacimos hasta nuestros primeros 7 años, es decir, las vivencia que tuvimos con nuestras primeras figuras de autoridad, con el momento en el que nacimos, con cómo nos recibieron; todo esto también se contempla en ese 95%. Sin embargo, ¿qué posibilidades tienen aquellas personas que, de alguna manera, no crecieron bajo la custodia de sus padres de origen? ¿qué probabilidades tienen de hacerse a este conocimiento de sus abuelas? Pues las tienen todas, en cuanto basta, a veces, con mirarse al espejo para poder ver a la abuela, a las abuelas, en sí mismo.
Mucho de lo que nosotros mostramos a nivel de nuestro temperamento tiene que ver con nuestras abuelas. Por ejemplo, en mi caso, mi abuela paterna se llama María de los Ángeles Salgado —ya ella murió— y recuerdo cómo ella llegaba a la casa siempre con la maleta llena de zapatos y tenía cierto tipo de actitudes que yo ahora, que empiezo a hacer conciencia, me doy cuenta que las cargaba de alguna manera también, como por ejemplo, yo solía desde chiquita ponerme medias veladas para todo —y vengo de Barranquilla, una ciudad de muchísimo calor— y sin embargo, con shorts, con faldas, con lo que fuese, yo siempre estaba con medias veladas, no podía salir sin ellas. Fui creciendo y me di cuenta de mi amor por las perlas y no sabía por qué me encantaba vestirme con ellas, al igual que me gustaban los zapatos de punta y no me explicaba el por qué. Hasta que empecé a recordar y era lo mismo que sucedía con mi abuela María de los Ángeles Salgado.
Nosotros estamos acostumbrados a reconocer solamente aquello que hemos podido evidenciar con los ojos, pero lo esencial es invisible a los ojos. Entonces, nuestros temperamentos, nosotros, nuestro vivir de mujer, todo lo que aflora a través de nuestra sexualidad, tiene que ver con nuestras abuelas. Conocer a nuestras abuelas es conocernos a nosotras mismas también; entendernos a nosotras, hacer una lista de todas las situaciones que se nos son fáciles y también de las que se nos son difíciles, allí están también las historias de nuestras abuelas.
En resumen, conocemos de las historias de todos aquellos que desconocemos de nuestra familia, a través de nuestras propias historias, porque la pulsión de esas historias es como si se volvieran a repetir generación tras generación.
De acuerdo al estudio, las emociones que sufrió la abuela cuando estaba embarazada de su hija fueron traspasadas a ella y quizá tal vez a esas futuras nietas. ¿Puede una madre ayudar a su hija pequeña a no manifestar esas emociones heredadas de su abuela, si en su mayoría son negativas?
La madre puede ayudar a la hija a que no se manifiesten esas emociones en cuanto la madre haya podido hacer conciencia de esas emociones y las haya trabajado. Todo aquello que la madre sana, queda sano para con la nieta. Sin embargo, yo quiero que le pongamos corazón a esto y nos demos cuenta que todo aquello que viene a sucederse en nuestra vida, sea porque sucedió en una de nuestras abuelas, no es negativo ni es una dificultad ni ha de tomarse de forma negativa; es precisamente lo que la vida no está poniendo para que nosotros podamos trascender en amor. Nosotros venimos a esta existencia de una manera; para irnos de una manera completamente diferente y en ese camino, tienen que sucederse cosas. Muchas de las situaciones que venimos nosotros a mejorar y a hacer diferentes, de alguna manera claro que tienen que ver con nuestras abuelas, pero no por eso debemos ser punitivos y tratar de que no se sucedan en nuestras generaciones. Si se suceden en las generaciones, en mis descendientes, eso lo que quiere decir es que yo como madre de mis hijos, no pude hacerme cargo o no supe ver esas situaciones y mis hijos nacen con la fuerza para poderlas trascenderlas de una manera diferente.
Estas emociones que la abuela pudo haber sufrido dentro del vientre mientras estaba gestándose su hija, nos hablan de unas dinámicas familiares, de un existir, de una vida en proceso, de unas situaciones que se gestan para seguir gestando hacia adelante. Entonces la idea es poderle ampliar la mirada también a ese vientre de la abuela, a esa dinámica de linaje materno que vienen pulsándose a través de su forma de parir, a través de su forma de gestarse. Ahí está la grandeza de la vida, el misterio, que nunca va a dejar de ser misterio, pero que siempre va a ir develándose de alguna manera a través de las nuevas generaciones y que debemos, sobre todo, portar con orgullo estas herencias maravillosas.
Una mujer adulta, aun cuando exista la carga genética, ¿puede revertir situaciones en las que no desee, por alguna razón, parecerse a tu abuela?
Revertir no, en la vida nada se puede revertir, nada de lo creado se puede revertir. Precisamente se nace con esa carga porque se nace también con la fuerza para poder llevarla hacia adelante y trascenderla, dejarla sana para el sistema familiar de una manera diferente. Entonces, no hay nada de lo que en verdad nosotros debamos sentirnos en deshonra o en vergüenza para con las historias.
Hemos estado, obviamente, confinados entre el bien y el mal, tambaleándonos en esta delicada y fina línea; a lo que estamos llamados a ponernos en un punto neutral en donde podamos arrodillarnos ante la vida, rendirnos ante ella y recibir todas estas cargas genéticas que son muy poderosas, cuando se saben dignificar y agradecer. No hay nada que las abuelas hayan hecho que no haya llevado la vida hacia adelante; son movimientos cuánticos, que si alguno de ellos no se hubiera sucedido de esa manera, muy probablemente no hubiera nacido nuestra madre… entonces qué sería de nosotros, si nuestra madre, pero más allá de eso, que seríamos de nosotras sin nuestras abuelas y ahí obviamente se le puede abrir el corazón a la abuela y a todo lo que ella pudo, de la manera como lo pudo hacer.
Tenemos abuelas con temperamentos aguerridos, abuelas que fueron un poco más pasivas y las llamábamos sumisas y no sabíamos ver —detrás de esa sumisión— la fuerza de una mujer que sabe mantenerse, por ejemplo, al lado del hombre que escogió para ella; la fuerza de una mujer que sabe contener todo un sistema familiar, así sea a riesgos de su libertad o de su propia felicidad. Entonces son grandes, no hay como ver pequeño o en vergüenza a alguien que nos antecedió porque siempre nos quedarán muy grandes los zapatos de las abuelas. ¡Qué honor parecerse a la abuela!, esa es la verdad.
¿Qué podemos hacer para entender nuestro pasado familiar y sanar nuestro presente?
Para sanar nuestro presente tenemos que ser conscientes de que todo, tal y como ha sucedido, así tenía que ser. Que nunca podremos ser ni mayores ni mejores que todos aquellos quienes nos antecedieron, porque todos ellos —representados en nuestros padres, abuelos, bisabuelos—, nacieron antes que nosotros porque precisamente tenían la fuerza para pagar precios mucho más altos que los que nosotros estamos pagando; ellos nacieron primero porque vinieron a abrirnos camino. Entonces nosotros sanamos nuestro presente tomando todo nuestro pasado, tomando las historias de nuestros ancestros -las conozcamos o no-, abriéndoles el corazón y agradeciéndoles por sus esfuerzos y por haber nacido primero, y haber soportado un poco más de lo que nosotros estamos soportando en este momento.
Para moverse con fuerza, estabilidad, dinamismo e ímpetu en la vida, se necesita de raíces fuertes y esas raíces nos las dan nuestros antepasados. No se puede vivir bien si no se sostiene un origen.