Por Mayra Lucía Ríos Castro / directora@larevistaactual.com
Fotografía: Daniela Murillo
Peinado y maquillaje: Marlene Rodríguez de Nidia F. Belleza Integral
“La vida y el Universo saben qué es lo mejor para ti en cada momento. No hay situación por mala que parezca que no encierre una gran oportunidad para nuestro crecimiento”, Louise L. Hay.
A veces confundimos sabiduría con el conocimiento que adquirimos con los estudios. Creo que más que sumar títulos de especializaciones y másteres en nuestro curriculum, tenemos que sumar experiencias de vida que nos dejen claro su aprendizaje y que desde la aceptación podamos crear una nueva realidad que nos genere paz y tranquilidad.
Yo veo esta cuarentena como una oportunidad para mirar de frente todo aquello a lo que me había negado ver por miedo a enfrentarme a algo desconocido. Cuando haces esto, créenme llega la magia a tu vida. Comienzas a hacer la acción necesaria para arrancar y empiezan a llegar las herramientas que te permiten que todo fluya en tu nuevo propósito.
Esta semana quiero invitarte a ti que me lees, a reflexionar sobre algo a lo que te venias negando hacer y que hoy Dios te está dando la oportunidad que lo veas, que actúes y logres avanzar en eso.
Quizás tenga que ver con innovar en tu negocio, crear uno nuevo, hacer algo por tu bienestar, moverte o fortalecer tu relación de pareja, comprender que ya ahí no tienes que estar, en fin, cada quien revisé que le trae esta situación.
Después que lo encuentres, sigue los siguientes pasos:
Finalmente imagina siempre lo mejor, recuerda que tu imaginación es una herramienta que tienes para crear nuevas correspondencias que te llevan a vivir una nueva realidad.
Para esta ocasión quiero compartir una parte de un libro que estoy leyendo actualmente, Los cuatro acuerdos del Dr. Miguel Ruiz, y que quizás aporte un granito de arena a tu trabajo interior:
La disciplina del guerrero: Controlar tu propio comportamiento
Imagínate que te despiertas temprano por la mañana, rebosante de entusiasmo ante un nuevo día. Te sientes feliz, de maravilla, y dispones de mucha energía para afrontar el día. Entonces, mientras desayunas, tienes una fuerte discusión con tu pareja, y un verdadero torrente de emoción sale fuera. Te enfureces, y gastas una gran parte de tu poder personal en la rabia que expresas. Tras la discusión, te sientes agotado, y lo único que quieres hacer es irte y echarte a llorar. De hecho, te sientes tan cansado, que te vas a la habitación, te derrumbas y tratas de recuperarte. Te pasas el día envuelto en tus emociones. No te queda ninguna energía para seguir adelante y sólo quieres olvidarte de todo.
Cada día nos despertamos con una determinada cantidad de energía mental, emocional y física que gastamos durante el día. Si permitimos que las emociones consuman nuestra energía, no nos quedará ninguna para cambiar nuestra vida o para dársela a los demás.
La manera en que ves el mundo depende de las emociones que sientes. Cuando estás enfadado, todo lo que te rodea está mal, nada está bien. Le echas la culpa a todo, incluso al tiempo. Llueva o haga sol, nada te complacerá. Cuando estás triste, todo lo que te rodea te parece triste y te hace llorar. Tal vez te sientes vulnerable y crees que tienes que protegerte a ti mismo porque piensas que alguien te atacará en cualquier momento. No confías en nada ni en nadie. ¡Esto ocurre porque ves el mundo a través de los ojos del miedo!