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CUENTO Y CRÓNICA

Publicado 26 abril, 2016

Niños prodigio se toman el Festival Vallenato

Por: Jaime Ortega.

Valledupar (Colombia), 26 abr (EFE).- Niños que en algunos casos no superan los diez años de edad pero que ejecutan con virtuosismo los instrumentos musicales son los guardianes de la esencia del vallenato, género típico de Colombia al que han llevado por todo el mundo, incluso hasta la Casa Blanca.

Estos chicos de ambos sexos integran la «Escuela Talento Vallenato Rafael Escalona», de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, creada en 1999 como conjunto «Los Niños del Vallenato», primero bajo la dirección artística de Andrés «El Turco» Gil, y desde 2003 de Erwin Quintero.

«Ese es básicamente el semillero que nosotros tenemos para proyectar la música y que se conserve y se preserve ‘per sécula seculórum’. Esa es la única fórmula, y la verdad es que nos ha dado muy buenos resultados», dijo a Efe el vicepresidente de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, Efraín Quintero Molina.

El vallenato fue declarado el año pasado por la Unesco Patrimoio Cultural Inmaterial de la Humanidad en necesidad de salvaguardia urgente debido a la existencia de «una serie de amenazas» que comprometen su esencia, de ahí la importancia de fomentarlo entre las nuevas generaciones.

La escuela fue iniciativa de Consuelo Araújo Noguera, política y gestora cultural conocida como «La Cacica», que en 1967 se juntó con Alfonso López Michelsen, que siete años después sería presidente de Colombia, y con el maestro compositor Rafael Escalona para crear el Festival de la Leyenda Vallenata, cuya 49 edición se celebra esta semana en Valledupar, considerada la capital mundial de esta música.

Desde entonces, cerca de 900 niños han pasado por esta escuela musical donde su talento para la ejecución del acordeón, la caja (tambor) y la guacharaca, instrumentos básicos del vallenato, así como para el canto, son perfeccionados por maestros que los convierten en auténticos profesionales aún antes de que alcancen la adolescencia.

Los niños vallenatos han sido aclamados en medio mundo por la destreza con la que sus manos arrancan melodías del acordeón, estremecen escenarios con el retumbar de la caja o sacuden al público con la vibración que produce la guacharaca.

En el mismo año de su creación la escuela se consagró al ser invitada a presentarse en la Casa Blanca en la celebración del «Nacional Simphony Ball» durante la presidencia de Bill Clinton.

Ante el mandatario estadounidense y sus invitados, los niños interpretaron en diciembre de 1999 canciones clásicas del vallenato como «La gota fría», popularizada en todo el mundo por Carlos Vives; «El mejoral», «El viejo Miguel» y «La creciente del Cesar».

De ese grupo hizo parte el acordeonista Sergio Luis Rodríguez, un niño precoz que en 1994, con solo ocho años de edad, bajo la dirección de «El Turco» Gil, fue coronado Rey Infantil, título que repetiría en 2009 en la categoría profesional, la elite del vallenato.

«Los niños del vallenato han estado en Estados Unidos, España, Francia, Argentina, Panamá, Venezuela; ya son reconocidos y han tratado de llevar el mensaje de la música tradicional vallenata a los diferentes pueblos del mundo», afirma el vicepresidente de la Fundación.

Según Quintero Molina, la «Escuela Talento Vallenato Rafael Escalona» tiene una base de cerca de medio centenar de muchachos «y hay otros niños que estudian por convenio con empresas privadas que nos colaboran».

El requisito para ingresar es que el niño tenga entusiasmo para aprender a tocar cualquiera de los instrumentos de la música vallenata y la formación es totalmente gratuita, explica.

Uno de ellos es Jesús Romero, de 14 años, y desde hace seis está en la escuela, donde ha perfeccionado su ejecución de la caja, instrumento de percusión que marca la cadencia de la canción.

«Es un honor estar en una escuela de tanto talento como la Escuela Rafael Escalona, gracias a la cual he salido adelante como artista y he cumplido uno de mis sueños», dijo a Efe Romero en Valledupar después de una presentación.

Quintero Molina define la escuela como «un semillero increíble» donde se consiguen jóvenes artistas que estudian con los maestros las técnicas musicales, con lo cual se muestra «seguro de que así el vallenato no morirá nunca».

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