La Alta Costura de París tuvo hoy su particular y tradicional fiesta de despedida en el desfile de Jean Paul Gaultier, para el que el aclamado creador eligió un decorado natural en una colección llegada de los bosques más exóticos donde reinó la calma y la extravagancia.
La modelo canadiense Coco Rochas abrió el desfile con un mono satinado y estampado como la madera de ébano y una impresionante capucha de pelos, marcando el tono de lo que estaba por llegar en una colección cargada de impresiones gráficas sobre la ropa.
Enormes abrigos estilo años 80 en piel y pelo en patchwork combinados con grandes cinturones para marcar las cinturas y creando un efecto abombado en torno a las caderas, un estilo que Gaultier decidió también utilizar en vestidos y faldas.
Como de costumbre, eligió su habitual salón de pasarela, dentro de los estudios de la marca, para acoger a varios cientos de invitados entre los que no faltaron la famosa editora francesa Carine Roitfeld, la actriz española Rossy de Palma, íntima amiga del diseñador, y la exmodelo Adriana Abascal.
El largo corredor que sirvió de pasarela era una tarima de madera natural, mientras que enormes paneles con fotografías de bosques cubrieron las paredes culminando un discreto pero natural escenario.
La segunda parte del desfile estuvo protagonizada por looks brillantes donde el verde acaparó vestidos vaporosos con largas mangas, aunque también se dejaron ver las clásicas marcas de identidad de la firma: «corsés» estructurados en el pecho, faldas de lentejuelas y sensuales trajes masculinos.
La modelo Anna Cleveland, hija de la top de los años 80 Pat Cleveland, con sus dramáticas poses que la convierten en un reclamo en presentaciones de Elie Saab o Gaultier, donde ya es habitual, lució el penúltimo look con un espectacular abrigo de estampado metalizado con bosques en el forro interior.
El último diseño fue un vestido de novia con corpiño y pantalón de transparencias, además de una impresionante corona alrededor de la cara, una alternativa al velo para las más arriesgadas.
Y de la naturaleza hubo un salto a los años dorados de Hollywood con Elie Saab, que no decepcionó en una propuesta mágica y muy emotiva por la original idea de hacer desfilar a madres e hijas luciendo la versión infantil de los conjuntos de alta costura otoño-invierno 2016/2017.
En la colección adulta, escotes ultra pronunciados en uve hasta el ombligo, tejidos lujosos en mezclas de tweed y terciopelo con incrustaciones de lentejuelas y pedrería, mientras que los vestidos de niña parecían confeccionados para pequeñas princesas.
Una mujer con carácter que recordaba a las actrices que marcaron estilo en el cine, como Katharine Hepburn, Lauren Bacall y otras musas de la época.
Es precisamente ese aire imperial, sofisticado y femenino, el que convierte los diseños de Elie Saab en uno de los favoritos de la pasarela parisina, que en esta ocasión presentó su colección ante un grupo reducido de invitados, con un espectacular diseño de novia en color rosa pastel.
Algo más criticado fue el desfile de Frank Sorbier, celebrado en la terraza del hotel Raphael, cerca del Arco del Triunfo, donde se creó un tremendo alboroto en la entrada por un problema de organización de la marca que dejó a varios invitados en la puerta, algunos de los cuales habían pagado hasta 1.000 euros (1.112 dólares) por su plaza.
Apenas cinco modelos que lucieron diseños en «total look» negro con trabajados encajes y pedrería y sombreros de estilo ruso o velos portados a modo de mantilla frente a una decena de estilismos infantiles también de estética aristócrata para los pequeños con colores pastel y telas brocadas.
La presentación de colecciones Alta Costura de las grandes casas de moda llegó así a su fin no sin que antes la alta joyería de la prestigiosa Place Vendôme de París, como Chanel o Chaumet, exhiba mañana sus especiales piezas, la mayoría de edición limitada y con precios que alcanzan los 3 millones de euros (3,3 millones de dólares).
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