La barranquillera Jacqueline Rojas Solano tiene convicciones claras sobre las condiciones de igualdad en las que la mujer debe vivir, ejercer sus roles y asumirse a sí misma en el mundo de hoy. Afirma, por ejemplo: “Encuentro el incentivo de ser mejor madre todos los días por el profundo amor que siento hacia mi hija, y hallo el aliciente para dar lo mejor de mí como profesional porque me apasiona lo que hago. La verdad, no creo que sea mejor profesional porque soy madre, ni siento tampoco que soy mejor madre porque soy profesional”.
Esa visión sobre la condición femenina, propia de alguien con un espíritu fuerte y un alto nivel de conciencia (así se describe a sí misma), quizá haya sido alimentada desde muy temprano en el seno de su familia, pues ella procede de tres generaciones de mujeres muy independientes, berracas y audaces: una madre rebelde, sin filtros, que con su amor y ejemplo la ha inspirado de todas las formas posibles; una abuela que ha sido lideresa en su comunidad, y una bisabuela super líder que forjó una familia con mucho esfuerzo, pero con un amor y arrojo admirables. “Mi familia es un matriarcado”, anota.
Haber llegado a la maternidad siendo ya una profesional le dio mucha tranquilidad porque contribuyó a que su hija, Sophie, no naciera con una madre angustiada por el temor de no saber cómo sacarla adelante. “Me sentí inmensamente feliz y emocionada cuando resulté embarazada, porque, aunque no lo tenía previsto en ese momento, mi corazón me decía que estaba lista”, expresa.
Su clave para mantener el equilibrio entre la vida personal, familiar y laboral es poner límites. “Debemos establecer tiempos para trabajar, para descansar, para compartir en familia, con amigos, en pareja, e incluso para estar solos”, asegura. Su consigna ha sido estar cerca de Sophie, de su corazón, de sus emociones, de sus sentimientos y de sus decisiones, así como acompañarla en los desafíos que enfrentará mientras se descubre como persona y en la construcción de la hoja de ruta que la lleve a ser una mujer feliz y plena.
Por otro lado, opina que aunque siempre quiso ser madre, nunca creyó que fuera un rol obligatorio que cumplir, ni mucho menos algo que no le permitiera sentirse feliz y plena.
Es una mujer soñadora, optimista, creativa, y a quien le encanta trabajar en equipo. Asegura ser el ejemplo viviente de que se puede resignificar la expresión “no puedes” y convertirla “en un gatillo poderoso que te dispare a hacer cosas que resultan extraordinarias para los demás”. Es amante de los retos y está llena de fuerza, energía y amor para dar y servir a sus semejantes. Tiene la habilidad de aprender de las situaciones difíciles y siempre procura, en cada una de las funciones y tareas que desempeña en la vida, comunicar tres valores: la coherencia, la justicia y la verdad.
Abogada, administradora de empresas, doctora en ciencias sociales, máster en economía y políticas públicas, y especialista en derecho administrativo, Jacqueline Rojas se desempeña desde 2013 como directora del SENA regional Atlántico. Inició su carrera profesional hace más de 17 años en cargos directivos en el sector público. “Fue una decisión que tomé desde niña y que me alegra haber convertido en realidad”, explica. “Cuando estudiaba en el colegio Buen Consejo, la directora me invitó a ser parte de un voluntariado cuyo fin era inspirar y nivelar académicamente a niñas vulnerables del suroccidente de Barranquilla. Durante años esta experiencia tan significativa me ayudó a encontrar mi vocación y a resolver que mi vida la dedicaría al servicio de la transformación de la sociedad. Eso sí, de una sociedad más justa y con más oportunidades para quienes el solo hecho de nacer en un hogar pobre los pone en desventaja”
«A todas las mujeres que, además de ser madres quieren cristalizar otros sueños, les daría tres consejos. Primero, que no tienen por qué elegir. Para ser buenas madres no es necesario renunciar a todo lo demás. Segundo, que se liberen de la culpa que les produce salir de casa a cumplir sus objetivos y ser exitosas. A ningún hombre que es padre en nuestra sociedad le cuestionarían por salir de casa a estudiar, trabajar, crecer o comerse el mundo. Entonces por qué no pensar lo mismo cuando se trata de una mujer que también es madre. Por último, las invito a que no se sientan obligadas a ser la Wonder y se permitan renunciar al ideario de perfección y de control de todo aquello que es delegable de forma responsable. Lo que más desgasta y le quita la paz a una mujer y madre promedio es asumir la totalidad de las tareas que les corresponde a los demás tanto en el trabajo, como en casa».
Fotografía: Mauro Tovar
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